EL ABRAZO

En estos días, en estas horas extrañas en que se nos da por extrañar, he llegado a la conclusión de que la verdadera culminación del futbol es el abrazo; no, no es el gol como podría pensarse, el gol solo es un excelso pretexto. Es el abrazo. Imposible estallar de jubilo y algarabía sin abrazar.

El futbol y la vida está hecho de abrazos, pensémoslo. A la menor provocación en el campo y en la tribuna, se abraza, ni siquiera está confinado a los goles (confinado, qué de moda anda esa palabra por estos días; ni siquiera sé si debí utilizarla), se abraza cuando se ataja un penal, cuando un defensa saca en la raya de meta una pelota, en los goles, en el medio tiempo. Al final del partido. Se abraza cuando se gana. Se abraza cuando se pierde. ¡Qué magia tiene un abrazo para experimentar dos sensaciones opuestas de la misma manera! Abrazar cuando se pierde y cuando se gana, ¡qué magia la de los abrazos, carajo!, y qué paradójico resulta que el más democrático de los gestos hoy sea una amenaza y esté a punto de extinguirse junto con los rinocerontes blancos y las vaquitas marinas. Qué miedo da que se extinga, que no vuelva de la misma manera cuando vuelva todo a la “normalidad”. Da miedo que el abrazo se vuelva miedoso y la distancia se perpetúe como un hábito, que la expresión más humana y solidaria ya no regrese. Poca cosa no es.1529253537_930758_1529253740_noticia_normal

Así que por favor, mucho cuidado con eso humanos, para que cuando todo esto pase, cuando la urgencia amaine y volvamos a sentirnos libres, no olvidemos rescatar el abrazo. Haciéndonos sentir que durante todo este tiempo no sólo extrañamos querer si no que aprendimos a querer mejor. Que la próxima vez que abracemos parezca la primera vez. Porque si algo nos ha enseñado tanto la vida como el futbol es que los abrazos sirven para decir gracias, te amo, cuenta conmigo, te extrañé, me haces falta. Porque solo el abrazo es capaz de decir lo que no dice la lengua.

Cuando todo esto pase, rescatemos el abrazo y digámonos mucho sin decir palabras.

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EL SEGUNDO TIEMPO.

Si la vida fuera un partido de futbol, duraría setenta y nueve años. 79. Con letra y número. Setenta y nueve. Esa es la estadística, el promedio de un ser humano en nuestros tiempos, y por honor a esa estadística, llega una edad en que sacando matemáticas te das cuenta que ha comenzado el segundo tiempo. Pita el árbitro y toca patear el balón desde el centro de la cancha hacia atrás, siempre hacia atrás, esto por regla general tiene todo el sentido, antes de ir para adelante se tiene que ir para atrás, es la mejor forma de decirse a uno mismo, “venga, vayamos con calma que hay prisa”. Y saber que de ahí en adelante toca improvisar, porque ya no habrá charla técnica, ni tiempo para pensar que nos queda tiempo, nos cambiaron el tiempo de descanso por tiempo de descuento, (si bien nos va).

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El segundo tiempo no sé si es mejor que el primero, pero es el que queda y toca jugarlo con la ventaja de que la historia ya esté un poco escrita, pero sin importar eso, hay que salir a hacer goles, el futbol fue creado para hacer goles (no es casualidad que goal signifique meta en inglés). Empiezo a creer que el segundo tiempo está hecho para ubicarnos; porque en estas instancias ya todos sabemos que la gente se va, metafórica y existencialmente, se va. Ya sabemos que nos toca convivir más y frecuentemente con los doctores, que la gente cercana enferma, enfermamos. Que no siempre vamos a tener la pelota de nuestro lado. Vivimos con un pie en la nostalgia y otro en el futuro. El cuerpo empieza a rendir menos, a pasarte factura del primer tiempo. Y todo bien desde aquí, desde el comienzo del segundo tiempo, desde aquí sólo me abstengo a seguir algunas recomendaciones que escuché de los que ya se les acabó el partido, ésos, que con la experiencia a cuestas alguna vez me dijeron “juegues o no juegues, el partido se va acabar”, y qué razón tenían.

“Patea fuerte, pero nunca malintencionado, las puertas de la vida se abren a patadas no a súplicas”. “Aprende a disfrutar el juego, si lo padeces ya vas perdiendo”. “Provoca más alegrías que tristezas, las últimas llegan solas y si les das cabida, cada vez serán más frecuentes”. “Se goza de tener el balón, pero se goza más repartiéndolo”. “Nunca hagas tiempo, es innecesario, porque el tiempo es eterno, tú no”. “Los goles de último minuto valen el doble, no los sabes hasta que los anotas”. “No te quedes con las ganas de nada, que a los moribundos les llegan las ganas de vivir justo cuando ya no les queda vida”. “Y al final, el marcador no importa tanto, sólo es un invento para jugar lo mejor posible”.

Por eso y más, creo firmemente que el segundo tiempo tiene la perfecta analogía de salir a morir, así que toca tener bien presente cada minuto una regla de oro: Así en la vida como en el futbol nada está escrito; una expulsión, salir de cambio, una fractura de tobillo o hasta una tormenta puede venir a suspender tu partido antes de lo previsto. Mas nos vale no posponer los goles para el final, que del final lo único que se sabe es que llega.

Bienvenidos todos los que están en el segundo tiempo de la vida, vayamos con calma que hay prisa.

La retirada.

No todo trae visible una fecha de caducidad, de eso trata el camino, de descubrirlo, a veces los años llaman y te dicen hasta aquí. A veces una lesión te chinga la rodilla y nunca más, a veces alguien te avisa, debes parar; a veces solito te das cuenta y lloras por lo que se tiene que dejar y no quieres (no así). Porque las retiradas nunca son fáciles, no importa si son planeadas o no, no importa si te llegan un viernes a las seis de la tarde o en un otoño que parece invierno. Pero en la vida (y en el futbol) en algún momento la retirada es inevitable y sean las que sean las circunstancias, se necesita mucho pecho para ponérselo a los cañonazos y aceptar que el tiempo nos enseña que salvo él, todo, absolutamente todo lo demás es finito.

Cuando sea el momento, cuando realmente la vida te ponga en frente de la fecha de caducidad de cualquier etapa de tu vida, sabrás que hay que hacer la retirada con la mayor dignidad posible. Porque los goles hechos, los penales cobrados, las derrotas padecidas, las faltas dadas y recibidas, las victorias palpadas y cada minuto jugado te hicieron mejor el viaje, atesóralos. Con el tiempo se mirarán más valiosos.

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Cuando toque hacer la retirada, toca tener presente, muy presente que la mirada puede bajarse un poco, los brazos nunca; que el dolor es inevitable, pero hay que evitar hacerle nido por mucho tiempo y que cuando lo bueno se va, lo mejor viene.

Por eso, en la vida como en futbol, cuando toque hacer la retirada, que no se olvide también retirar todo lo malo, que así es como se gana el último partido que ya no se jugó. Así es como finalmente la sonrisa se convierte en un boomerang y terminas por confirmar que sí, de eso siempre se ha tratado el camino. 

La remontada (del terremoto).

Hay una máxima en el futbol que reza: El 2-0 es el marcador más engañoso que existe. Y lo es, debe de serlo, porque hoy más que nunca quiero creerlo, debemos creerlo. Un terremoto de 7.1 escala Richter sacudió a México el pasado 19 de septiembre, una fecha que se convirtió cabalística por ser la misma en la que hace 32 años nos sacudió con mucha violencia otro terremoto.

Este es el segundo. 

Y siempre es doloroso recibir un segundo gol, porque te pone al borde de la goleada, del abismo y si se cae, se vuelve más sinuoso el regreso, pero aún perdiendo hay esperanza. Eso nos enseña el futbol (y la vida), porque jugar de local cuenta y cuenta mucho, y creo en la remontada. De ésas épicas, de ésas que se cuentan en otros 32 años a los hijos y nietos, que se vuelven leyendas, que está llena de lágrimas de emoción y coraje; que se quedan para siempre en la memoria de todos. De ésas que no nos vamos a cansar de poner de ejemplo diciendo: «Buen futbol el de antes, cuando todo parecía perdido y vinimos de atrás para hacer la remontada».

https://youtu.be/FRUXmzIsyjU
¿Que porqué creo en la remontada?

Porque contamos con el mejor equipo, con cambios de lujo, la mejor afición en la cancha y fuera de ella (Porque los que apoyan desde lejos también empujan). Porque somos incansables, valientes, veloces, creativos y medio mañosos. Sí, mañosos, ese adjetivo que suena feo pero es el que mejor define al que resuelve con atajos y mañas lo que alguien le dijo que así no se resolvía. Creo en la remontada porque no se para de cantar el Cielito lindo en los puntos de rescate. «Ay, ay, ay, ay, canta y no llores, porque cantando se alegran, cielito lindo los corazones». Porque el mexicano tiene esa gran costumbre de no dejar de cantar hasta cuando se va perdiendo, porque entendió que también de dolor se canta y es la manera más hermosa de llorar.

Creo en la remontada, porque jugamos muy bien en todas las líneas, porque estamos plagados de cracks, en estos días conocí a varios de primera mano que es un deleite verlos jugar dando pases precisos y preciosos al pie y al pecho (o la mano). Hay que mostrarle al mundo que las «Manos de Dios» son éstas que no se cansan de anotar goles y que se dan aquí, en tierra Azteca, ¿en dónde si no?. Tenemos la mejor cantera y tenemos fe en nosotros mismos que no es poca cosa. Vamos a sacar el resultado, y no, no estamos pensando en el empate. Vamos a ganar por goleada, estamos trabajando para hacerlo. 

Para que en algunos años, miremos para atrás y sin temor a equivocarnos le contemos al mundo que en 2017 tuvimos la mejor selección mexicana de nuestra historia. Jugaba tan bonito, que aún sin ser mexicano, querían verla ganar.
Y ganaremos, nos lo prometemos.