
La retirada.
No todo trae visible una fecha de caducidad, de eso trata el camino, de descubrirlo, a veces los años llaman y te dicen hasta aquí. A veces una lesión te chinga la rodilla y nunca más, a veces alguien te avisa, debes parar; a veces solito te das cuenta y lloras por lo que se tiene que dejar y no quieres (no así). Porque las retiradas nunca son fáciles, no importa si son planeadas o no, no importa si te llegan un viernes a las seis de la tarde o en un otoño que parece invierno. Pero en la vida (y en el futbol) en algún momento la retirada es inevitable y sean las que sean las circunstancias, se necesita mucho pecho para ponérselo a los cañonazos y aceptar que el tiempo nos enseña que salvo él, todo, absolutamente todo lo demás es finito.
Cuando sea el momento, cuando realmente la vida te ponga en frente de la fecha de caducidad de cualquier etapa de tu vida, sabrás que hay que hacer la retirada con la mayor dignidad posible. Porque los goles hechos, los penales cobrados, las derrotas padecidas, las faltas dadas y recibidas, las victorias palpadas y cada minuto jugado te hicieron mejor el viaje, atesóralos. Con el tiempo se mirarán más valiosos.
Cuando toque hacer la retirada, toca tener presente, muy presente que la mirada puede bajarse un poco, los brazos nunca; que el dolor es inevitable, pero hay que evitar hacerle nido por mucho tiempo y que cuando lo bueno se va, lo mejor viene.
Por eso, en la vida como en futbol, cuando toque hacer la retirada, que no se olvide también retirar todo lo malo, que así es como se gana el último partido que ya no se jugó. Así es como finalmente la sonrisa se convierte en un boomerang y terminas por confirmar que sí, de eso siempre se ha tratado el camino.